Buceo con Escafandra

La forma de bucear ha estado muy ligada a los medios que para ello se tenían. Ya hemos visto el avance que supuso los inventos que a este respecto se hicieron durante el Renacimiento, pero el reto era aún mayor; se buscaba la mayor permanencia posible del hombre bajo el agua y que a la vez le permitiera tener movilidad y , como no, contase con la seguridad necesaria para ello. Desde que el hombre comenzara a sumergirse bajo el agua no contaba con más autonomía para ello que la capacidad que sus pulmones le proporcionaban y su mayor obsesión era encontrar el modo y el medio que le permitiera permanecer buceando el mayor tiempo posible. Apareció en un primer momento la Lebela, especie de campana que Aristóteles describe como una especie de campana llena de aire, colgada en posición invertida, de forma cónica y en cuyo interior es introducido la cabeza y parte superior del cuerpo, una vez sumergida. La mejora a este invento vendría de la mano de la mano del astrónomo inglés Edmund Halley. En 1690 diseña una campana de unos 1.600 litros de capacidad para varios buzos. El aire era suministrado en su interior por medio de barriles llenos de aire que enviaban desde la superficie, siendo lo más ingenioso el hecho de que los buzos podían salir al exterior portando una pequeña cámara personal que sería el comienzo de la futura escafandra clásica, a la que se suministraba el aire desde la campana nodriza a través de un tubo. En la práctica la cosa se complicaba algo ya que para que la escafandra fuese efectiva en el suministro de aire al buzo, éste tenía que encontrarse a una altura superior a la de la campana.. John Lethbridge, en 1715, quien diseñará un barril de inmersión de madera a prueba de presión, con refuerzos y revestimientos de cuero y con una portilla de cristal que contaba también con mangas de cuero para permitir la movilidad de los brazos. Este invento nació a raíz del encargo que la Compañía Holandesa de la Indias Occidentales le hizo a Lethbridge para recuperar los tesoros que contenían barcos hundidos. Este primitivo traje de buzo necesitaba rellenar el barril de aire en superficie. Lethbridge también realizó pruebas con un tonel de hierro de unos 1.80 m de longitud que poseía una tapa de cierre hermético que servía de escotilla de acceso y que es donde venía a quedar colocada la cabeza del buzo del buzo. Disponía de una mirilla con cristal y de un par de aberturas para los brazos. El tonel se llenaba de aire por medio de unos fuelles y cuando se consideraba que estaba lo suficientemente cargado se tapaban los orificios con unos tapones a rosca y la hacían descender colgado de un cabo desde la embarcación así como un cabo de señales. La operación de subida e insuflación de nuevo aire se hacía cuando el buzo comenzaba a tener la respiración fatigosa.

Aunque las novedades se sucederían con más o menos fortuna habría que esperar a 1875 para que se realizase el primer traje articulado y acorazado realizado por Lafayette. Con la campana de observación se alcanzarían profundidades importantes. La Lavis Siebe Gormian en 1912 llegaría a alcanzar los 120m. y abría que esperar a 1930 cuando los estadounidenses William Beebe y Otis Barton inventan la batisfera. Este era un ingenio sumergible, antecesor de los actuales submarinos y que fue usada para realizar exploraciones en las profundidades marinas. La batisfera es una esfera sellada de manera hermética, de acero y con una mirilla de observación en cristal reforzado. Esta pendía de un barco usando un cable de metal que también la proveía de electricidad, comunicación con el exterior y aire. Este cable es desenrollado para sumergir la batisfera y enrollado para hacerla subir con todo el peligro que la ruptura de dicho cable conllevaba. Cuatro años más tarde estos exploradores llegaron a alcanzar el récord de los 908.4 m. de profundidad, aún no superado. En 1948, Barton llegó hasta los 1.370m de profundidad en solitario empleando para ello una modificación de la batisfera que se dio en llamar bentoscopo. Años después, el ingeniero alemán Klingert diseñaría otro nuevo equipo que mejoraba el anterior ya que disponía de un casco de metal con mirillas que permitían la visión delantera la cual se ajustaban dos tubos de entrada y salida de aire. Este casco se unía a una pieza de cuero en la que estaban las mangas y al que se unía una especie de cinturón metálico del que pendían unas piezas de plomo. Al cinturón llevaba unido un calzón. John Smeaton, ingeniero civil británico, en 1786 encontró el sistema para suministrar aire a una campana de buzo mediante una bomba de vapor y el escocés Charles Mackintosh, en 1818 inventó un revestimiento de goma para la lona impermeable, era la nafta, un derivado del alquitrán mineral que formaba esta lona cuando se mezclaba con goma derretida, lo que se convertiría en un material ideal para los trajes de buzo. Pocos años más tarde, en 1820, John y Charles Dean, maquinistas, idean un casco de bombero modificado al que se podía suministrar aire. Este casco no se movía debido al peso del mismo y el aire pasaba por debajo de él. Pero si el buzo hacía algún movimiento que hiciera que este se inclinase lo suficiente, el agua entraba en el mismo con bastante facilidad, pese a lo cual, en 1929 los Dean consiguieron rescatar pecios en Gran Bretaña con el sistema así ideado. El problema que presentaba el invento de los hermanos Dean fue solucionado por el alemán A. Siebe, quien unió el casco al traje de buzo de lona impermeable. El traje era estanco. El casco, de cobre, disponía de tres mirillas circulares que dotaban al buzo de un amplio campo visual, el aire entraba por la parte superior del casco y se eliminaba por una válvula situada al lado derecho de la parte inferior de este. El ajuste del casco con el traje se hacia por medio de una arandela acoplada a la parte superior del traje que encajaría con el casco por un sistema de media vuelta y cuya junta quedaba completamente hermética. Pese a la mejora del sistema los problemas eran frecuentes, como el “golpe de ventosa”, es decir, fallos en la evacuación del aire. El modelo se completaba con un eficaz medio para combatir el frío como lo era el traje de lana que el buzo llevaba bajo el mismo y la estabilidad vertical quedaba asegurada con la incorporación de unas pesas en el cuello y los pies. La necesidad de aire era, sin duda alguna, el mayor de los problemas para el buceo. El empleo del aire comprimido fue la solución sibien fue necesitando de mejoras en su empleo como la creación de un respirador que permitía breves periodos de autonomía ideado en 1865 por Benoit Rouquayrol y August Denayrouze. Pese a estas mejoras técnicas, en ocasiones los buzos sufrían trastornos que no se supieron identificar con claridad hasta que no se descubrió el problema de la descompresión. Desde el momento en que se comenzó a respirar aire comprimido empezaron a aparecer una serie de síntomas en aquellos hombres que empelaron trajes de buzo así como en aquellos otros que trabajaban en cajones de suspensión. Estos cajones eran unas cámaras submarinas cuyo fin era poder trabajar en zonas de profundidad. Eran conocidas también como cajones de suspensión y su funcionalidad era la de facilitar la construcción de asideros de puentes o la excavación de túneles. Las bombas de aire suministraban la suficiente presión para que dichas cámaras fueran herméticas pero quienes allí trabajaban sufrían con frecuencia mareos pasados un tiempo. El fisiólogo francés Paul Bert, descubrió en 1878 que todo esto se debía al nitrógeno que actuaba de manera negativa durante la rápida descompresión por lo que la solución a esta enfermedad descompresiva (DCS) era la de que la vuelta a las condiciones atmosféricas normales se hicieran de manera progresiva. John Scout Haldane realizó las primeras tablas de descompresión. Así consiguió que se pudiese bucear hasta 62 metros de profundidad evitando esta enfermedad realizando paradas de descompresión (1906). No cabe duda de que el buceo con escafandra clásico es una actividad profesional orientada a la construcción de obras hidráulicas, voladuras de dragados y arqueología subacuática entre otros. Pero la profundidad seguía siendo un problema y fue necesario la invención de equipos especiales que permitiesen poder al alcanzar grandes profundidades como el caso de los equipos acorazados de inmersión de los que el ideado por Lethebridge fue el pionero. La imaginación humana se ha adelantado siempre a la realidad y Julio Verne, escritor y visionario, ya imaginó paseos submarinos de exploración en el fondo marino mediante respiradores de aire comprimido, como muy bien reflejó en su obra 20.000 leguas de viaje submarino(1869), probablemente inspirados en el invento de los franceses Benoit Rouquayrol y Auguste Denayrouze en 1861.



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