En la población de Bélgica cabe distinguir dos grupos netamente diferenciados: los valones, de origen celta, que en la actualidad habitan la parte meridional del país, y los flamencos, de procedencia germánica, que ocupan el norte y el oeste. Existe, además, una minoría de origen alemán instalada junto a la frontera de este país.
El belga es, por regla general, amante del hogar y su vida transcurre entre el trabajo y la casa. El pueblo belga ama vivir bien, confortablemente. Sus distracciones preferidas son las salidas al campo los fines de semana y la vida hogareña.
Entre las tradiciones de Flandes no podemos dejar de nombrar los preciosos rincones llamados beaterios. Se encuentran en todas las ciudades y pueblos. Se trata de instituciones monásticas, que actuaban como verdaderas ciudades, dentro de la ciudad. Sus habitantes, las beguinas, alejadas del mundo, huían de las preocupaciones de los tiempos. En estos lugares, no obstante, se mantenían las diferencias de clase. Las ricas tenían casas mejores que las pobres. Todas las mujeres pronunciaban el voto de castidad y el de obediencia, formando una especie de orden de mujeres solteras o viudas, que vivían bajo la protección de la iglesia. Las beguinas consagraban su virginidad a Dios y dedicaban su vida al rezo y las labores manuales. Pero siempre podían abandonar el lugar si ese era su deseo. Como es de esperar los beatarios ya no funcionan como tal y se han recuperado y restaurado como atracciones culturales. Bien merecen una visita.