En Burundi viven 6.053.000 habitantes. Es el segundo país del continente africano con la densidad de población más alta, 223,1 habitantes por kilómetro cuadrado, hecho que hace que se cultive todo el territorio disponible. La población está compuesta de tutsis (14%), hutus (85%) y pigmeos twa (1%).
La capital es Bujumbura con una población de aproximadamente 237.000 habitantes; la mayoría de la población está concentrada en las zonas rurales. Es singular la alta tasa de escolarización, el 76,5% de la población, que se consiguió en nada de tiempo, introduciendo turnos en las escuelas.
En Burundi viven los hombres más altos (tutsi o watutsi) y los más bajos (los pigmeos twa). Estos hombres viven en casas que se llaman “rugo”; tienen un corral circular fabricado con ramas de sicomoro y zarzas con una puerta. Frente a ésta está la cabaña principal, de forma cónica, que tiene una habitación para el fuego y, separada, una habitación para los padres.
Los watutsi adoptaron la religión y lengua de los conquistados, añadiendo algunas modificaciones que les beneficiaban como la “maldición de Gatwa” que explica la supremacía de los watutsi. La religión sirve para todo, se mezcla con lo civil; la autoridad es teocrática, los gobernantes son a la vez adivinos y pontífices, las familias y razas tienen origen divino, la fecundidad en los campos, animales y mujeres tiene origen místico, etc. Es una religión monoteísta -Imana es el creador-, rinden culto a los antepasados, hay poderes ocultos, adivinaciones y magia.
El ritual del duelo tiene sus reglas concretas y exactas: el hombre no puede, durante el duelo, beber leche ni comer carne, sal, bananas y manteca. Tampoco pueden asearse, ni trabajar o hacer fuego, pues si un amigo o vecino del muerto trabaja, será acusado de provocar la muerte del difunto. Las mujeres, por su parte, no llevan joyas, ni se ocupan de las tareas domésticas, sí de los niños y de las vacas. La duración del duelo varía dependiendo de la persona de que se trate. Cuando finaliza el duelo, los jóvenes van hasta un río, llevando antorchas, y allí se lavan y tiran las antorchas, finalizando así el período de duelo.