Calahorra ya existía hace dos mil años. Se conserva una moneda del 300 antes de Cristo con caracteres íberos en la que figura el nombre de Calagoricos. Los romanos acuñaron una moneda que llamaron Calagurris. La antigua ciudad sigue asentada en el solar primitivo, en la pequeña elevación que defiende el río Cidacos, a cuatro kilómetros de la orilla derecha del Ebro. La calzada romana de Tarragona-Zaragoza-Briviesca-Astorga cruzaba Calahorra. Los cartagineses de Aníbal pusieron cerco a la ciudad y se dice que los calagurritanos llegaron a comer carne humana durante la resistencia. El escudo de Calahorra está compuesto por dos brazos desnudos con espadas en alto. La llamada Fames Calagurritana ocurrió en el 71 antes de Cristo: Afranio, lugarteniente de Pompeyo, asedió la ciudad y para resistir la población los más débiles fueron sacrificados poco a poco por el resto de la población, aunque finalmente Pompeyo arrasó la ciudad. De esta batalla nació la leyenda de la Matrona, una mujer que hacía fuego por las noches para que el enemigo creyese que quedaban combatientes. En el siglo V Calahorra fue convertida en sede diocesana. El 30 de abril de 1.045 García de Nájera conquista la ciudad a los musulmanes definitivamente. El 10 de junio de 1.076 Alfonso VI le concede Fuero y el rollo jurisdiccional -conocido como "La Moza"- que hoy se contempla en el Paseo del Mercadal es su símbolo. En 1.366 Enrique II de Trastamara fue proclamado rey en Calahorra.