El término de Caravaca de la Cruz estuvo habitado por el hombre desde el Paleolítico Medio. Así lo muestran los restos hallados en el Estrecho de las Cuevas de la Encarnación, uno de los mejores parajes arqueológicos de la Región de Murcia. Muchas otras culturas se asentaron en este lugar: fenicios, íberos, cartaginenses, romanos y musulmanes. De la época musulmana apenas existen datos, tan sólo que Caravaca fue una aldea dependiente de Mula y que contaba con un castillo. A pesar de que cuenta con innumerables antecedentes históricos, lo que mayor reflejo ha dejado en nuestros días es la época medieval, cuya huella se muestra en lugares como el Santuario amurallado templario que domina la ciudad, o en La Vera Cruz patriarcal, que es el símbolo representativo de la ciudad por excelencia. A su vez los numerosos monasterios existentes en la ciudad delatan el pasado monacal de la ciudad. Fue con la Orden de Santiago con la que la localidad alcanzó mayor auge, ya que en el siglo XII se convirtió en cabeza de encomienda. Los siglos XVII y XVIII fueron una mala época para Caravaca, la cual sufrió una gran crisis demográfica y económica debido a las epidemias de peste y a las sequías y plagas de langosta. Después de un breve período de recuperación a finales del siglo XVIII, vuelven las epidemias de cólera y fiebre amarilla a desolar la localidad y hasta mediados del siglo XX no adquiere un desarrollo demográfico y económico aceptable. Los habitantes de Caravaca se dedican principalmente a la explotación agrícola, en concreto a la producción del trigo y la cebada. También existe en la localidad una importante industria alpargatera. En los últimos años han aparecido otras industrias como la conservera y la textil, que ha favorecido la economía local.