En el siglo IX, las tribus checa y eslovaca - provenientes de diferentes lugares de Europa - forman el Gran Imperio de Moravia, tras haber colonizado alrededor del siglo VI las regiones de Bohemia y Eslovaquia, respectivamente. En el siglo X los húngaros se harían con parte del imperio, en el que permanecerían hasta 1918. En 1515 la Reforma llega a Eslovaquia, que comienza a soñar con mayor autonomía, hasta que los turcos llegan en 1530, y no son expulsados sino tras cien años de lucha.
En el siglo XIX germina la semilla del descontento esparcida desde las aulas de la Universidad de Bratilsva, y los eslovacos se levantan contra el sometimiento húngaro. La revolución es aplastada, pero el ansia de lograr la autonomía crece.
Como consecuencia de esto, y ante el progresivo proceso de “magiarización” de la cultura de la región, intelectuales checos (sometidos por Austria) y eslovacos reavivan con propósitos políticos la antigua idea de una sola tribu checo-eslovaca. Tras la derrota de Austria-Hungría en la Primera Guerra Mundial, Eslovaquia y Bohemia forman la república Checoslovaca.
Tras numerosos avatares durante la Segunda Guerra Mundial, la Segunda República Checoslovaca se establece en 1948 bajo control comunista e instituciones administrativas centralizadas en Praga. Tras la caída del muro de Berlín los ánimos nacionalistas eslovacos volvieron a exacerbarse, concluyendo las conversaciones entre checos y eslovacos con la disolución pacífica de la antigua Checoslovaquia el 1 de enero de 1993.