El arte y Francia siempre se han identificado como una dualidad indisoluble. Esta afirmación tiene bases evidentes y amplias: muchos de los artistas más reconocidos del mundo y de la historia han desarrollado parte de su obra en Francia o bien, han sido inspirados en alguna moda, acontecimiento o recurso francés.
De raíces celtas y grecolatinas, el espíritu francés actual guarda una equilibrada relación entre la magia, la permisividad y la leyenda de los primeros pueblos del norte, y la disciplina, la estética y racionalidad de los hijos de Zeus. Esta es la causa de que el francés reciba con gusto las tendencias más variadas, los excesos y la austeridad, lo místico y lo mundano.
El arte en la nación francesa es un producto cotidiano, enriquecido, altamente conservado y apetecible a toda hora y para todo público. Más que algo exterior, coleccionado en los museos o centros destinados a su creación, es un espíritu que se lleva por dentro, que se encuentra reflejado en las calles, en los paisajes, en el ambiente que vibra constantemente y que cubre de sensibilidad y magia la visión real de este país lleno de expresiones estéticas.
Primeras Manifestaciones Artísticas
Entre las primeras manifestaciones artísticas que se pueden encontrar en Francia están las Grutas de Lascaux, en el Valle del Dordoña, donde los hombres primitivos del neolítico expresaron sus experiencias y temores respecto de la cacería así como de las creencias en torno a la fertilidad humana. La formación en Carnac, en la costa bretona, realizada con más de cinco mil piedras y cuyo significado y procedencia continúa ignorándose, revela la existencia de un temprano espíritu estético que ha prevalecido a través del tiempo.
Testimonios Romanos
La influencia romana dejó variadas obras, principalmente arquitectónicas, especialmente en la zona Provenzal, que el tiempo ha deteriorado dejando sólo algunos restos. No obstante, la majestuosidad de las construcciones romanas prevalece y es posible observarla en sitios como los anfiteatros de Nimes y Arles, el Teatro de Orange y el Acueducto Pont du Gard en el sur de Francia. Algunas ciudades como Autum, Saintes y Reims, conservan acueductos heredados por los romanos, en tanto que Lyon y París sólo pueden ofrecer al visitante algunos restos del paso romano por sus tierras.
Etapa Merovingia y Carolingia
La Etapa Merovingia, con la conversión de Francia al cristianismo, supuso una modificación en las tendencias artísticas de la época. Se construyeron grandes monasterios, en general de carácter austero aunque imponente, como los de Tours, Limoges y Chartres, que se convirtieron en centros culturales de la zona, donde los monjes de diversas órdenes desarrollaron parte de la ciencia y la filosofía. La capilla merovingia que más destaca es la de Pépiole, cerca de Toulon.
La etapa Carolingia, en el siglo VIII, supuso un renacimiento de la cultura y el arte a niveles extraordinarios, orientados generalmente a fines de tipo religioso o nacionalista. Las gestas épicas de carácter poético se desarrollan notablemente, aunque no aparecen escritas hasta siglos después. Muestras arquitectónicas de la época son la Abadía octagonal de Ottmar Sheim en Alsacia.
El Románico
El estilo románico, desarrollado fundamentalmente durante la monarquía de los Capetos, produce obras de gran tamaño y amplitud, basadas en el arco de medio punto, el uso de la piedra tallada en la decoración, sustituyendo la madera y los mosaicos pintados. Aparecen también grandes ventanales en la parte superior de las columnas, que las vuelven menos sombrías e invitan a un mayor despliegue de color. Borgoña, Alsacia y Auverge conservan obras del periodo románico, sin embargo, la ciudad más representativa de este estilo es Poitiers, en el oeste del país, con una abundante arquitectura románica que se corona con la iglesia de Notre Dame la Grande.
Hacia el año 1100 las primeras universidades comienzan a aparecer en Europa. En París, habitual centro cultural por ser también el centro político, se dan los primeros intentos de consolidar una Universidad. En estas reuniones científico-literarias, surge la métrica de la canción popular que se venía desarrollando oralmente desde tiempos remotos: la Chanson de Roland.
El Gótico
El soberbio estilo gótico asalta Francia hacia el año 1140. En contraste con el románico, es una arquitectura más fina, con columnas más delgadas que aprovechan el arco apuntalado para reducir la tensión física y el espacio. La coronación con tallados en piedra en sus altas columnas y el uso de ojivas en los ventanales, haciéndolos más amplios, es lo que le da a este carácter esa apariencia de una altitud interminable. El gótico es un estilo que tuvo gran acogida en Francia y multitud de obras en diversas ciudades dan muestra de ello. Siempre orientado a la construcción de obras religiosas, inmensas catedrales, iglesias, conventos y monasterios, los franceses de entonces vieron en la arquitectura gótica una forma que guarda el equilibrio entre la sencillez que impone la religión y la fantasía que ofrece la construcción. Sin lugar a dudas, la imagen de la Francia gótica que más se conoce en el mundo es la de la Catedral de Notre Dame en París.
El Renacimiento
El Renacimiento también dejó su huella en la cultura y el arte francés. La corte de Felipe I reunió a algunos de los más aventajados renacentistas italianos al ofrecerles refugio en Francia. Entre éstos, los más destacados fueron Rosso, Primaticcio y Leonardo Da Vinci que heredó a París La Gioconda. Los cambios introducidos por los renacentistas, orientados a recuperar la belleza y los cánones de la antigüedad grecolatina con una visión más prolongada a las necesidades y placeres individuales, significaron una vuelta a la sencillez, al realismo en todas las artes. Un cambio relevante de esta etapa es la orientación, por primera vez, de la estética del arte hacia la vida secular; esto se revela en los cuadros que representan escenas campestres, urbanas y palaciegas, así como en el florecimiento de castillos, palacios y plazas que nada tienen que ver con la cultura religiosa. En contraste, la literatura épica, gestora de glorias nacionalistas y batallas en pro de la religiosidad, se orienta al teatro y las comedias, a los mensajes didácticos - moralistas.
El Barroco
El barroco llega para elevar la atmósfera estética hacia un sentido más artificial, recargado, suntuoso, para distinguir amplia y notablemente la vida de la masa popular de la aristocrática vida de la nobleza. En ella, la construcción de grandes castillos o Chateuax, principalmente en el Valle del Loira, son una especie de rebelión discreta contra la dominación religiosa y la invasión de la vida popular en el arte que las etapas anteriores habían logrado. Fontainebleau y Versalles son hermosas muestras arquitectónicas del recargado y evidentemente aristocrático estilo barroco.
Entretanto, Descartes desarrolla el Método Científico y Moliére, Racine y Corneille elaboran piezas teatrales que se han convertido en verdaderos clásicos. La pintura también abunda tanto como la música; es época de grandes mecenazgos, de las piezas dedicadas a las más insólitas obras reales y nobiliarias.
Estilo Rococó
Ese espíritu de ir siempre en busca de lo más inimaginable, de tener ese encuentro entre lo mágico y lo racional, se corona con las extravagancias del estilo rococó, que reúne dentro de un cuerpo establecido, una pieza musical, una obra arquitectónica o hasta un sencillo mueble, una serie excesiva de detalles que lo realcen. La decoración interior de los Palacios Reales y los Castillos habitados por la nobleza constituyen la muestra más clara de este estilo. Entre los pintores de la época, Antoine Wateau, Francois Boucher y Jean Honoré Fragonard son los más representativos.
El Neoclásico y el Romanticismo
Un nuevo retorno a la sencillez es marcado por la aparición de la tendencia neoclásica. La literatura se vuelve menos fantasiosa, más real y viva, capaz de retratar los sentimientos humanos con claridad y simplicidad, aunque a nivel interno las obras se encuentren reguladas por múltiples parámetros. La filosofía deriva hacia las visiones más humanistas y naturalistas del hombre como las expone Rousseau, hacia el nacimiento del estado moderno con las bases aportadas por la Ilustración, desarrolladas por Voltaire y Diderot. Aparece el ensayo político con Montaigne, como una trompeta que señala lo que se avecina: la Revolución Francesa, el fin del absolutismo, el sueño de justicia e igualdad para los hombres.
Posterior a la afamada Revolución de 1789, el romanticismo se instala en el mundo cultural y artístico. Stendhal, Chateubriand, Balzac, Baudelaire y desde luego, Víctor Hugo, deleitan con sus obras melancólicas, amorosas e idealistas que ponen énfasis en el paisaje regional, en tanto que Delacroix, en la pintura hace lo suyo.
El Realismo y Naturalismo
Quizás sean tantas invasiones, tantas guerras internas o tantos intentos por retornar al carácter imperial lo que orilla a los artistas franceses a asentarse en un estilo más real, más cercano a la vida de la gente, más igualitario a través del realismo. En este viaje a la realidad, se llega a la introducción de transportes más accesibles y a la reconstrucción de ciudades como París, cuidando de conservar la muestra artística que la historia les había dejado encargada.
El naturalismo es una muestra más de la tendencia a ver el lado oscuro de las cosas. Ahora ya no basta con retratar los paisajes cotidianos o narrar historias cercanas a la vida de cualquiera; es necesario expresar los aspectos más sórdidos y crudos de la vida en las ciudades. Emile Zolá es quien mejor expresa la vida popular y descarnada del París de aquella época que iniciaba su verdadero ascenso hacia la democracia.
El Impresionismo
Una serie de pintores pone en marcha, a mediados del siglo XIX, una nueva visión estética: el impresionismo, al cual se le considera como el nacimiento de la pintura moderna, donde la realidad exterior, tanto como la subjetiva, se plasma filtrada por los ojos del artista. Eduard Manet, Claude Monet y Paul Cézanne son los primeros artistas del pincel que se expresaron de esta manera; posteriormente Degas y Renoir se unirán. Más que en otras épocas y quizá favorecidos por la creciente ampliación de los transportes y las comunicaciones, estas novedades francesas en el mundo del arte, atraen a creadores de todo el orbe, fundamentalmente europeos, que fijan en su mente la idea de llegar a Francia a aprender, a expresar sus ideas, a ser comprendidos, porque el carácter francés, tan permisivo, tan abierto a lo nuevo, no se espanta e incluso aprecia el arte moderno.
La música también cambia sus cánones en el siglo XIX. Maurice Ravel y Claude Debussy son los músicos más representativos de esta etapa modernista. Rodin, crea obras cargadas de filosofía y erotismo, juega con el nuevo espíritu individualista francés, con una mirada profunda a los sentimientos propios del hombre.
Surrealismo y Cubismo
La zona sur de Francia alberga a los precursores de los movimientos surrealistas y cubistas. Por ahí se establecieron Van Gogh, Picasso y Dalí, al menos durante un periodo de su vida. Lo que buscaban era un espacio tranquilo y estimulante a la vez para sus particulares visiones de la realidad. Y si Francia les dio el espacio que buscaban, ellos le han dado al mundo una visión intensa de lo que es el país galo a través de sus obras.
Literatura
En la literatura, durante los siglos XIX y XX, Francia es tan acogedora como con los pintores y recibe a numerosos escritores que desarrollan sus mejores obras al amparo de la vida en París, Lyon, Niza o Marsella. La inestabilidad política, producto del fin del Imperio, así como las Guerras Mundiales que castigaron duramente al pueblo francés, son periodos alternos a aquellos en que la ciencia, la cultura y el arte florecen en esta nación. Movimientos como el surrealismo, el dadaísmo y el existencialismo expresados en las obras de Camús, Sartre y Simone de Beauvoir, surgieron entre las ruinas que la acción bélica dejó, creciendo para seguir a la vanguardia de la expresión mundial del pensamiento libre. De ahí que la mayor parte de los escritores, músicos, bailarines y pintores de la época contemporánea hayan residido en algún lugar de Francia, en algún momento de su vida. Viajar a Francia era una invitación al desarrollo profesional.
Cine
El séptimo arte, el cine, tuvo su origen precisamente en este país cuando los hermanos Lumiére presentaron su aparato mágico a una serie de audaces espectadores. La tradición por el cine permanece y se vuelve mayor cada día. El Festival de Cannes, además del lujo que representa, cuenta con el prestigio de valorar el cine de calidad, es decir, el cine arte.