Tripolitania, la Libia romana, alcanzó su época dorada alrededor del 190 d.C., cuando Septimius Severus, natural de Leptis Magna, se convirtió en el Emperador de Roma. Con el debilitamiento del imperio llegaron las invasiones de bárbaros, vándalos en este caso, que acabaron con todo resquicio de esplendor en el siglo V. Tras un breve dominio de Bizancio, los árabes llegaron en el siglo VII y rápidamente islamizaron el país.
Los árabes tuvieron el dominio de la región hasta que los turcos lo conquistaron en el siglo XVI. Libia era gobernada, más que desde Constantinopla, por mandatarios expresamente enviados a la zona con la principal intención de cobrar una especie de peaje-chantaje marítimo a los barcos occidentales que cruzaban por esa parte del Mediterráneo.
La Presencia Italiana en Libia Tras las guerras napoleónicas, Libia quedó como el último reducto de Constantinopla en África, hasta que en el reparto colonial Italia se hizo con el control. Los colonizadores iniciaron un cruento proceso de “italianización” de la zona entre 1911 y el final de la II Guerra Mundial en la que la mitad del millón de habitantes nativos fue asesinada o exiliada.
Tras la guerra, Italia fue obligada a abandonar Libia, que quedó bajo mandato de las Naciones Unidas mientras se decidía qué hacer con ella. En 1951 se hizo independiente bajo el reinado de Idris, no muy popular entre sus súbditos. En 1969, en medio de un intenso ambiente regional de “panarabismo”, un grupo de oficiales liderado por Muammar al-Gaddafi dio un golpe de estado, destituyendo al rey Idris.
Las Reformas de Gaddafi en Libia Gaddafi comenzó reformas radicales, que pretendían el reparto del producto de la riqueza petrolífera del país, y rompió los vínculos de dependencia de Libia con Occidente y sus compañías petroleras, viéndose especialmente afectados los Estados Unidos y el Reino Unido.
Gaddafi pretendió fomentar su personal visión del arabismo moderno, e intentó uniones con los países vecinos que no llegaron a prosperar. Gaddafi en efecto contribuyó a la redistribución de la riqueza con la masiva construcción de carreteras, escuelas y hospitales y a la devolución del poder a los libios aunque, eso sí, sólo a través de los llamados “Comités Populares”, pues los partidos políticos están prohibidos.
Gaddafi también apoyó numerosos movimientos de liberación de otros países, algunos de ellos supuestamente de carácter terrorista, lo que le valió al coronel durante la década de los 80 la enemistad de varios países, sobre todo de Estados Unidos. En 1986 Reagan ordenó bombardear Trípoli, y desde hace varios años Libia soporta un embargo internacional por su supuesta implicación en el atentado contra un avión de la Pan Am en el año de 1989.
A pesar de todo Gaddafi mantiene su carisma y consideración entre el pueblo Libio, y no se vislumbra un cambio inminente en el gobierno libio, ni en su relación con las potencias occidentales.