La población de Isla Mauricio es el resultado de una continua inmigración de diferentes razas procedentes de Madagascar, Europa, África y Asia. Este hecho ha convertido a Mauricio en un rico e interesante microcosmos étnico y cultural. Y es que cada una de estas razas ha traído su particular cosmovisión, sus creencias, sus deseos y su peculiar forma de entender la existencia. Mauricio es el encuentro de muchos mundos, es un viaje a la esencia del hombre. Y es que los atractivos de Mauricio no se reducen a sus bellas playas, a sus magníficos hoteles o exóticos restaurantes, es su gente, nacida de diferentes sangres, razas, culturas y religiones, el verdadero atractivo del país.
A pesar de su diversidad, el común denominador de los habitantes de la isla, el rasgo que identifica a los mauricianos es, sin duda, su franca, abierta y contagiosa sonrisa. Este gesto sincero es su tarjeta de presentación. No en vano se ha denominado al país con el significativo nombre de “La sonrisa del Índico”, junto a otros títulos como “El Esplendor o la Perla del Índico”.
Por otro lado, los mauricianos son gente que respeta el medio ambiente, viviendo con profunda armonía. Es por eso que comparten con generosidad su alegría al saberse habitantes de parajes paradisíacos. El país es un territorio tranquilo, rico en muchos aspectos humanos y de ahí que se diga popularmente como reclamo turístico que “en Mauricio no hay problemas”. Quizás el bienestar y la calma que se respira, ha llevado a sus habitantes a batir recientemente el récord de natalidad.
Se trata de una nación joven pero comprometida con su pasado y con su historia, dispuesta siempre a la diversión, a la fiesta y al encuentro con el extranjero y el visitante. Es por eso que siempre están preparados para el diálogo, interesándose por la vida del viajero. Es necesario guardar paciencia ante la avalancha de preguntas que suelen soltar, deseosos por conocer la procedencia, las costumbres o las apetencias de los forasteros. Sin embargo, sus preguntas tienen un sólo fin, complacer a sus invitados. Para los mauricianos, el turismo no sólo significa fuente de ingresos sino la posibilidad de ampliar conocimientos y sobretodo, la posibilidad de establecer relaciones afectuosas y amistosas.
Le sorprenderá ver como los mauricianos, en un corto tiempo, le invitan a su casa e incluso a sentarse en su mesa, para compartir la comida. Este es el mejor ejemplo y testimonio de su indiscutible hospitalidad y generosidad. En general, el isleño no pedirá nada a cambio de sus atenciones. A ellos les basta con saber que el visitante se llevará, al final de su viaje, un grato recuerdo de la isla.
Otra costumbre de los habitantes, de origen tribal, es el gesto de ofrecer al recién llegado una fruta que haya sido previamente bendecida en el último oficio religioso de su creencia. Estas ofrendas frutales al parecer tienen su inicio en los tiempos en que llegaron los primeros colonos a la isla. La fruta representa la fuente de la vida y el sustento del pueblo y es el temperamento afable del isleño lo que le lleva a no dudar en ofrecer lo mejor de sí. La cortesía es una norma sagrada en sus relaciones y es por eso que le aconsejamos hacer lo mismo. Los isleños han crecido en un ambiente de apertura a todo tipo de religiones y culturas y esto ha sido posible gracias a la cortesía, a la tolerancia y al respeto que siempre han demostrado.
Por otro lado, a los nativos les fascina mostrar sus conocimientos sobre su país. Ante cualquier pregunta, le informaran detalladamente de todo aquello que ellos consideran interesante de visitar. Son los habitantes de Mauricio, verdaderos anfitriones, los mejores guías turísticos. Y le aconsejamos hacer caso de las recomendaciones, ya que sus consejos y advertencias harán de su estancia una experiencia inolvidable.
Los auténticos nativos de la isla, provenientes de Madagascar, morenos y de pelo muy rizado como buenos malgaches, han conseguido perpetuar muchos de sus rituales. No olvide acercarse y asistir a cualquiera de sus fiestas, donde la música, la tradición y la magia, lo transportarán a ambientes nunca imaginados.
La mayoría de los mauricianos se comunican en francés, lengua oficial, o en criollo, fruto del mestizaje entre el francés y la lengua aborigen. Y sea cual sean las palabras para comunicarse, siempre prevalecerá el tono cordial y afectuoso que los distingue y caracteriza.
En resumen, además del exotismo latente en todo el país y de su belleza geográfica, Isla Mauricio es el lugar en donde los valores como la seguridad, la amabilidad, el espíritu de hospitalidad, el respeto al extranjero, el calor y el afecto, son actitudes cotidianas. Hechos que se mezclan con las leyendas, las narraciones y las historias de sus habitantes, haciendo del país lo más cercano al paraíso.