El nombre de la ciudad proviene de Azahara, concubina y esclava de Abderramán III para la que, según cuenta la leyenda, el califa mandó construir la ciudad. La realidad es algo distinta, pues la intención era fundar un poderoso centro de poder, más rico que ninguna de las ciudades conocidas del al-Ándalus. En el año 936, comenzó la edificación de esta ciudad palatina, que se extendió sobre 112 hectáreas y no se acabó hasta venticinco años más tarde. No se escatimaron los gastos, trabajaron diariamente más de 10.000 obreros, se colocaron más de 4.300 columnas, muchas de ellas transportadas desde el norte de Africa y diversos rincones de Andalucía, y se emplearon los más valiosos materiales.
A la muerte de Abderramán III, las obras continuaron bajo el dominio de al-Hakam II y después de este Almanzor. Pero este decidió trasladar su zona de poder a otra ciudad, Maninat al-Zahira que aún hoy no se ha encontrado.
Pero esta bella y magnífica ciudad no estaba destinada a durar mucho tiempo, con un romántico sueño, la que debía ser representación del poder califal, desapareció apenas setenta y cinco años después, precisamente con la caída de este Imperio. Ha muerto el califa, y no se sabe quién será su sucesor, por lo que comienza una crudenta Guerra Civil que afecta, principalmente, a la sede del gobierno, al-Zahra. Poco tardan los bereberes en tomar la ciudad. Primero se saquea, luego comienza apenas un breve incendio que destruiría la ciudad de ensueño (1010). Meina Azahara pasa a formar parte de la leyenda y los lugareños la conocen como "Córdoba la Vieja".
Se llegó a dudar de su existencia, pues las lluvias y la vegetación taparon lo que quedaba de su explenderdor. En 1910, comienzan las primeras excavaciones, con pocas esperanzas, pues solo se encontraban leves restos. Casi un siglo más tarde, sólo una décima parte de la Medina se ha descubierto. Sí es visible la Mezquita, el zoco, la extensión de Jardines con sus jaulas -tenían un zoo propio- y los Cuarteles de Infantería y Caballería.