La ciudad de Olot comenzó a adquirir cierta importancia a partir del siglo XIII, aunque este crecimiento económico se vio interrumpido por los dos terremotos que la ciudad sufrió durante los años 1427 y 1428. Olot quedó prácticamente asolado y no volvió a recuperarse del todo hasta el siglo XVI, aunque las pestes y las guerras le repercutieron negativamente al siglo siguiente. El siglo XVIII trajo de nuevo a la ciudad la prosperidad, de mano ahora de la especialización agrícola y ganadera, aparte de la sobresaliente manufactura textil. Pero otra etapa de depresión económica volvió a la localidad tras la llamada Guerra del Francés y las sucesivas revueltas carlistas. En la actualidad, Olot vive de la industria, el comercio y el turismo rural.