A principios del primer milenio antes de Cristo, varias oleadas de celtas de la Europa central ocuparon Portugal y se casaron con los habitantes locales. En consecuencia, varios grupos étnicos se formaron como las Calaicians o Gallaeci del norte de Portugal, Cynetes o Conii del Algarve, el Celtici del Alentejo, y los lusitanos en el centro de Portugal. En 219 aC, los romanos atacaron la Península Ibérica. Por casi 200 años, la península estuvo anexada al Imperio Romano. A principios del siglo quinto, las tribus germánicas ocuparon la península con los visigodos como conquistadores. En el año 711, los árabes islámicos de África del Norte atacaron Península Ibérica y derribaron los restos del reino visigodo.
Entre los siglos XV y XVI, Portugal fue una importante potencia europea con estatus equivalente a España, Francia e Inglaterra. Su gobierno, la economía y la cultura tuvieron gran influencia en sus países vecinos. Además, estableció un inmenso imperio con millones de habitantes en las regiones de África, América, Asia y el Medio Oriente. En 1580, los imperios españoles y portugueses llegaron en un único reino después de que el joven rey Sebastián muriera en una batalla sin heredero. Entre 1580 y 1640, Portugal estaba bajo la monarquía española durante el cual las colonias fueron atacadas por los enemigos de España, Holandés e Inglés. Con el tiempo, su independencia fue declarada a través de las iniciativas de los grandes nobles nativos como el duque de Braganza, descendiente del rey Manuel I y fue proclamado como Juan IV.