Puerto Rico está poblado por 9.104.000 habitantes aproximadamente, de los que cerca de medio millón se concentra en la capital. Los puertorriqueños son ciudadanos de los Estados Unidos, pero participan de una cultura común con el resto de las islas del Caribe hispano.
El mestizaje es una característica común a todas las islas del Caribe, pero en ningún lugar como en Puerto Rico resulta tan evidente. No podía haber sido de otra forma, teniendo en cuenta su pasado y, sobre todo, su excepcional situación política como Estado Libre Asociado, que aporta un ingrediente adicional: la cultura norteamericana anglosajona.
A pesar de pertenecer a los Estados Unidos, el puertorriqueño tiene un arraigado sentimiento y orgullo nacional. Las banderas de Estados Unidos ondean junto a las de Puerto Rico en los edificios oficiales y los niños en los colegios cantan su querida Borinqueña, su himno propio, tras entonar el himno de los Estados Unidos. Ante todo son y se sienten puertorriqueños.
Nunca han sido un Estado independiente. España le dio autonomía política unos meses antes de que Roosevelt se la anexionara, implantando un gobierno militar. Convertido en Estado Libre Asociado en 1952, se inició entonces un debate que todavía continúa sobre si debe transformarse en una nación con la plena independencia.
Casi todos sus habitantes hablan español y duermen la siesta y celebran las Navidades desde el 15 de diciembre hasta el 6 de enero algo incomprensible en la mentalidad estadounidense. Sin embargo, los norteamericanos han aportado una prosperidad que les separa radicalmente de la mayoría de sus vecinos caribeños. Los puertorriqueños tienen la tasa de ingresos anuales más elevada de Latinoamérica y la esperanza de vida es de 73,8 años.
Donde mejor se expresa esa simbiosis de dos culturas, entre lo español y lo anglosajón, hasta alcanzar una rara armonía, ese en el idioma. Aunque el español es la lengua oficial,es el ?spanglish? lo que se oye en la calle,a pesar de que hace poco el pueblo de Puerto Rico recibió colectivamente el Premio Príncipe de Asturias por su aferrada defensa del castellano.
Los puertorriqueños beben un ?drink? y abren la ?güindo? en lugar de la ventana, pero también es verdad que en sus señales de tráfico no pone stop sino ?pare?. No hay prioridad de un idioma sobre otro, no hay vencedor ni vencido, y casi todos los puertorriqueños hablan castellano e inglés con un acento especial, haciendo las combinaciones que les parecen más sugestivas: por ejemplo, no toman huevos con bacon, sino eggs con tocineta. Pero cuando logran lo sublime es cuando inventan palabras nuevas, por ejemplo: ?lo pasan chévere?.
El mestizaje no queda únicamente patente en el lenguaje. Todos los tópicos del estilo de vida norteamericano se mezclan con los del español, aderezados con el sabor caribeño. Los puertorriqueños comen hamburguesas, pero después se echan la siesta; juegan al béisbol o al billar, pero bailan salsa o merengue. El mestizaje es también la clave de su aspecto exterior.
Los puertorriqueños proceden de una mezcla de pueblos: la sangre taína y caribeña se manifiesta en los pómulos salientes y en la mirada profunda. La sangre negra de los esclavos se aprecia particularmente en ciertas ciudades como Loíza, de pura raza negra. Y sobre todo hay una mezcla de razas que abarca todos los matices, producto de unos antepasados colonizadores que se dedicaron al comercio y la piratería y que trajeron a la isla a miles de esclavos negros.
La religión es otra muestra de la simbiosis que domina al pueblo puertorriqueño: aunque la isla es profundamente católica, aún se conserva el espiritismo y muchos de los ritos traídos de Africa. Los santos, en los que se mezclan las tradiciones católica y africana, tienen una gran importancia en la vida diaria de los isleños.
La música ha jugado siempre un papel preponderante en la cultura y la sociedad de la isla. Su mayor aportación ha sido la salsa.Pero hay otras músicas. Una de las tradiciones musicales más populares es el aguinaldo, una música que se interpreta durante las fiestas de Navidad y Reyes, generalmente como un asalto, una tradición del siglo XIX. Durante el festejo no falta el lechón asado, la yuca y el arroz con pollo, además del ron. Después de la fiesta la gente, en grupos, va de casa en casa despertando a sus vecinos con sus aguinaldos. Miembros de cada familia visitada se van uniendo al grupo de cantores y prosiguen con la ronda.
Pero la música no es la única manifestación artística de la isla. Los puertorriqueños son un pueblo con una profunda vena artística; no es casualidad que a veces aparezcan mezcladas la política y la poesía, y que algunos de sus dirigentes fueran también poetas, como Llorens Torres y Luis Muñoz. Es un país de músicos, dramaturgos, pintores, escultores y actores, que han encontrado una inagotable fuente de inspiración en la luz y en los paisajes de la isla. La isla fue el refugio definitivo de Juan Ramón Jiménez y del violoncelista Pablo Casals.
Otra de las claves del pueblo puertorriqueño es la familia. Hermanos, primos, tíos... forman familias unidas que viven juntas, se divierten juntas, y muchas veces trabajan juntas, estableciendo unos lazos de solidaridad que son una de las bases de la sociedad puertorriqueña, y que predomina a pesar de la inmigración que separa a muchas familias. Los lazos familiares son también una de las claves de las celebraciones en la isla.