En el 910 se fundó un monasterio que promovió el nacimiento de esta localidad, marcada como otras tantas de la zona por la influencia de la iglesia y el carlismo.
Durante el siglo XIV experimentó un fuerte impulso económico gracias a la implantación de una industria de paños de lana, que se mantuvo hasta finales del siglo XIX. Fue precisamente durante este siglo cuando la zona se convirtió en un reducto carlista y cuando en el 1822 Sant Llorençs de Morunys se sublevó contra las autoridades constitucionales. Esta rebelión le costó ser asolada por el ejército liberal. Durante el resto del siglo XIX y gran parte del siglo XX, la población se sumió en un estancamiento del que ahora parece salir, gracias al turismo.