En el panteón de los iconos nacionales aparecen grandes líderes como el héroe turco Saparmurad Niyazov y el poeta y pensador Fragi Makhtumkuli. Este último es venerado con respeto y sus palabras se han inmortalizado y es símbolo de reverencia casi tanto como las del Corán.
El dominio soviético impulsó el desarrollo de las manifestaciones artísticas de Turkmenistán introduciendo el drama, la ópera y el ballet y proveyendo de centros de perfeccionamiento para los jóvenes talentos en las ciudades de Moscú y San Petersburgo. El problema con el sistema de los centros era la exagerada exigencia hacia los jóvenes. Así sucedieron ejemplos como el de Annasultan Kekilova, quien en 1971 fue confinada a un asilo psiquiátrico por su poesía crítica. Hoy en día, al igual que el resto de los países ex-soviéticos, se sufre de poco apoyo al desarrollo del arte. Sin embargo, hay demostraciones como la del grupo de Drama Mollanepes quienes han atraído innumerables públicos a sus presentaciones en Ashkhabat.