Los austriacos tienen fama mundial de ser un pueblo culto, elegante y educado. Les gusta la vida cómoda, agradable y tranquila. Los sobresaltos, las prisas, las groserías y las voces en alto no van con ellos, de hecho, no les resultan nada agradables. A los austriacos les encanta la armonía es por eso que han conseguido integrar perfectamente lo antiguo con lo moderno, el lujo con lo popular y la tradición con lo innovador. Un rasgo fundamental del carácter es su apacibilidad. La vida transcurre en un remanso de paz como las notas de una sinfonía dulce y suave que relaja el ánimo. Si se pasea por las calles de las principales ciudades austriacas se encuentra con numerosos espectáculos callejeros, personas tocando el violín, malabaristas, cantantes pop, payasos y corrillos de espectadores de todas las edades disfrutando enormemente con las actuaciones. Son generosos con estos artistas y además de aplaudir entusiásticamente, suelen ofrecer buenas recompensas económicas.
En Austria la familia es importante. Los más pequeños reciben una cuidada educación y son muy queridos por los mayores. Desde pequeños practican deportes de invierno y suelen tocar algún instrumento apreciando, desde edad muy temprana, la buena música. Los ancianos son reverenciados y tratados con muchísimo cariño. Aunque no son muy efusivos, sobre todo en público, los austriacos condensan los sentimientos en su interior siendo éstos realmente intensos. Los jóvenes son más abiertos y muy alegres por lo que resulta muy fácil relacionarse con ellos. En Austria son más numerosas las mujeres que los hombres. La lucha por la igualdad de la mujer ha dado sus frutos y, en la actualidad, la legislación austriaca es realmente avanzada en esta materia. Por ejemplo, en un matrimonio los dos cónyuges deciden qué apellido adoptar, es decir, no se toma automáticamente el del marido sino que, si se decide, puede ser el de la mujer.En el terreno laboral también se encuentran, ambos sexos, totalmente equiparados existiendo leyes y comisiones que tratan las denuncias tanto por discriminación salarial como de trato. Existen leyes para la protección de una mujer embarazada contra el despido, así como normas que prohíben que las gestantes trabajen en ocupaciones que puedan poner en peligro la salud de la madre o del niño. Por otro lado, existen prohibiciones para que las mujeres trabajen en la explotación de minas, canteras o con determinadas sustancias peligrosas.