A pesar de haber vivido una historia llena de graves acontecimientos, los húngaros no han perdido el deseo de vivir, sino todo lo contrario, se diría que precisamente por ello aprovechan cada instante con una vitalidad maravillosa. En otras palabras, Hungría es un país con mucha alegría.
Esta filosofía de vida se deja sentir en sus ciudades, en sus monumentos, en su cultura y en su arte. También en los lugares de ocio y, sobre todo, durante la celebración de las fiestas populares. El pueblo húngaro es muy acogedor, les encanta recibir visitantes y conversar con ellos, compartir sus experiencias y conocer las que son diferentes a las suyas. En Hungría se encontrará como en casa pero con la diferencia de que estará descubriendo un país de enorme belleza.
Los húngaros primero ponen sus apellidos y después sus nombres. En la mayoría de los casos sólo utilizan un apellido siempre heredado exclusivamente del padre. El título o el apelativo Sr., también se pone al final. Muchas mujeres adoptan al casarse el nombre completo de sus maridos.
Los húngaros son sumamente cordiales y efusivos en el saludo, incluso cuando se trata del carnicero o el peluquero. Al encontrarse los húngaros se besan primero por el lado izquierdo y después por el derecho de la cara
Al entrar en un bar, cafetería o restaurante en Hungría, los señores pasan primero, mientras que al salir del mismo local ceden el paso a las señoras. La tradición procede de la época medieval, cuando los caballeros protegían de esta manera a las damas de posibles agresiones al entrar en un local donde no se sabía si había alguna pelea entre hombres o no.
Los húngaros son un pueblo realmente encantador. Les gusta recibir turistas, les gusta conocerlos y tratarlos con cariño. Cuando se llega a Hungría pronto se da uno cuenta que no habrá ningún problema para conocer gente, ya que este pueblo se abre fácilmente, otorgando todo tipo de facilidades a la hora de ayudar a un extranjero, tanto si hablan el idioma como si no. Las relaciones entre los propios húngaros también son cordiales. Los húngaros son muy afectuosos. La familia es el núcleo esencial, los ancianos son venerados y los niños son tratados con especial consideración y mucho afecto. Los húngaros miran directamente a los ojos y, sobre todo, sonríen. Son muy originales y muy profundos. Sus convicciones están firmemente arraigadas en su interior lo que no impide el diálogo con los extranjeros para conocer sus costumbres, aunque sean muy distintas. Es muy probable que le animen a que les cuente las costumbres de su país, ya que son gente curiosa y con ánimos de aprender cosas nuevas. Además, los habitantes de Hungría son muy vitales. Les encanta la vida y la disfrutan con plenitud, no se conforman con pasar por ella o contemplarla, sino que la sienten intensamente disfrutando de cada instante.