En Nicaragua podremos encontrar algunos rastros interesantes del Periodo Precolombino, en la Isla de Zapatera y en la zona de Ometepe, entre los que destacan los enterramientos funerarios encuadrados en grandes columnas.
Durante la colonia predominó el estilo barroco y se pueden ver excelentes ejemplos de su expresión en las ciudades de Granada y León. Bajo una abundante ornamentación y decoración destaca la Catedral de León, del siglo XVIII, el Palacio Nacional de Managua y el Colegio de Centroamérica en Granada.
Sin lugar a dudas, la mayor aportación a la cultura, no sólo latinoamericana sino universal, vino de la mano del gran poeta modernista nicaragüense Rubén Darío, príncipe de las letras y pilar de la poesía universal en lengua castellana.
Su obra ha dejado honda huella en las generaciones posteriores de poetas latinoamericanos y españoles. Después de Darío destacaron Azarías Pallais, Salomón de la Selva y Alfonso Cortés. Hacia 1930 surgió un grupo de vanguardia, liderado por José Coronel Utrecho, Pablo Antonio Cuadra, Joaquín Pasos y Manolo Cuadra. Muchos de los escritores actuales son también intelectuales políticos sandinistas reconocidos, como Sergio Ramírez, Rosario Murillo y Ernesto Cardenal, quien estableció una comunidad de artistas en el Archipiélago de Solentiname.
Los pintores contemporáneos, como Patricia Belli, Orlando Sobalvarro, Denis Núñez y Bayardo Blandino destacan por su compromiso social y político.
La música, como en general suceden en todos los países latinoamericanos, tiene una gran importancia en Nicaragua, destacando en la zona del Caribe el ritmo reggae. La artesanía, como expresión de la cultura popular, tiene un gran valor representativo para el viajero.
EL GRAN RUBÉN DARÍO
Félix Rubén García Sarmiento era el verdadero nombre del gran poeta nicaragüense, que habría de representar una de las figuras más emblemáticas de las letras hispánicas de todos los tiempos. Considerado fundador del modernismo, Rubén Darío fue, además de poeta, periodista y diplomático.
Su interés por la literatura y la poesía habrían de comenzar bien pronto. Educado por su abuela, tras la separación de sus padres, pronto comenzó a leer a los poetas franceses, principalmente a Hugo y los parnasianos. Un viaje realizado en 1886 a Chile le abrió los ojos al mundo. Fue allí donde publicó Azul, considerada como la primera obra modernista y su primer gran libro.
En 1892 viaja a España como delegado cultural del gobierno nicaragüense a la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América. Este viaje, junto con otros realizados a Francia y a los Estados Unidos, abrían de permitirle madurar la universalidad de su escritura.
Durante su estancia en Buenos Aires publicó durante el mismo año de 1896, dos de sus obras más importantes Los Raros y Prosas Profanas. Posteriormente como corresponsal en España publicaría Peregrinaciones (1901) y Cantos de Vida y Esperanza (1905), considerada ésta última su obra cumbre.
Convertido en un poeta celebrado mundialmente, el cosmopolita Rubén Darío sufriría en 1913 una crisis moral y religiosa que lo empujaría al alcoholismo. Empobrecido y enfermo vuelve a Nicaragua para morir en 1916.
Tal vez en ningún otro poema se refleje mejor el drama del ser humano como en “Lo Fatal”:
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...