Perú tiene una población cercana a los 23.500 millones de habitantes, de los que más del 50% viven a lo largo de la región costera, principalmente en los grandes centros urbanos. En la zona del Amazonas, que abraca casi la mitad del territorio nacional, vive cerca del 6% de la población. Lima, la capital, cuenta con cerca de nueve millones de habitantes, seguida de Arequipa, con un millón ochocientos mil habitantes, y Trujillo con un millón y medio. Aproximadamente el 30% de vive en la zona de los Andes y entre un 5 y un 7%, en las zonas de la selva.
La población peruana es fruto de un rico mestizaje, sin embargo, los indígenas de ascendencia quechua, han conservado la pureza de su sangre. Los mestizos o “cholos”, resultado de largos años de encuentro con los españoles, viven mayoritariamente en la región de las costas y se caracterizan por su buen humor, su picardía, su sentido nacionalista y por su extrañas formas de supervivencia, que discurren entre una fuerte afirmación de su identidad.
Cerca del 50% de la población peruana es indígena, de ascendencia quechua - además de otros grupos importantes como los aymara, en las inmediaciones del Lago Titicaca. Los habitantes serranos, indígenas y campesinos, se distinguen por la conservación de sus ancestrales tradiciones, por comunicarse en quechua y por su especial cosmovisión de la existencia. Aman profundamente la tierra, se saben parte de ella y por eso realizan continuamente ofrendas, para honrar su origen, a la fuerzas de la naturaleza y a los dioses. Cuando va iniciar la siembra, el indígena o campesino, ofrece hojas de coca, pisco o cerveza a la Pacha Mama, la Madre Tierra, y antes de beber cualquier cosa, arroja un poco a la tierra para agradecer la posibilidad de calmar su sed. Por otro lado, en los senderos es frecuente encontrarse con “apachetas”, cúmulos de pequeñas piedras, que van dejando quienes transitan por ellos, como señal de ofrenda. Perviven las viejas creencias como el hecho de que al finalizar la construcción de la vivienda ha de colocarse en el tejado unas figurillas de cerámica conocida como “Toritos de Pucará”, que representan a dos bueyes unidos por una yunta y que ayudarán para evitar la presencia del mal. En el Lago Titicaca, después de pescar, se devuelven a las aguas algunos peces como señal de agradecimiento.
Para los quechuas la vida ha de regirse de acuerdo a sencillas normas de conducta y que se resumen en un saludo que todavía se acostumbra en la isla de Taquile, en el Lago Titicaca y que dice: “Ama Sua, Ama Llulla, Ama Qella”, que quiere decir: “no robes, no mientes y no seas perezoso”.
Acostumbrados a la altura y a las dificultades para subsistir por medio del duro trabajo del pastoreo, conservan profundas tradiciones que se mezclan con elementos católicos. Pero lo que define de mejor manera al habitante de los Andes es su sincera y franca sonrisa, su disposición a los encuentros sosegados, su fidelidad a la amistad y su profundo respeto a la naturaleza y al medio ambiente.
Por su parte, los habitantes de la Puna se distinguen por su espíritu supersticioso y por el orgullo de pertenecer al grandioso pueblo de los aymara. Los indígenas, que viven en el Collao son los descendientes de la cultura Tiahuanaco que se extendió por todo el Perú durante el siglo IX, antes del Imperio Inca.
Los blancos representan el 12% de la población y se concentran, mayoritariamente en Lima. Suelen pertenecer a las clases acomodadas, mientras que la población negra representa un 5% repartida en las costas y pueblos fronterizos de la zona amazónica. En la zonas de la selva subsisten un buen número de grupos indígenas (entre 40 y 50 grupos étnico) como jíbaros, panos, bora, yagua, huitotos, cocama, ticuna, o amahuacas, todos ellos inmersos en un peligrosos proceso de aculturización.
Este impresionante mosaico de razas y colores es completado por una importante comunidad de chinos y japoneses.