Milenaria, su historia se remonta a la época de los romanos y, seguramente, de los fenicios. En la Edad Media pasó a ser dominada por los árabes, que la bautizaron al-Usbuna. La reconquista cristiana ocurrió en el año de 1147, y en el 1255 Lisboa pasó a ser la capital del reino, en detrimento de Coimbra.
Con el transcurrir del tiempo, Lisboa atravesó por dos épocas de gran esplendor: la primera con los descubrimientos marítimos de los siglos XV y XVI, cuando Vasco da Gama abrió la ruta del comercio hacia las Indias; la segunda tiene lugar en el siglo XVIII, cuando se empiezan a explotar las riquezas minerales de Brasil y de las colonias africanas y asiáticas. Lisboa era entonces el principal puerto comercial de Europa.
Este apogeo tuvo su trágico final el 1 de noviembre de 1755, cuando tres temblores de gran intensidad sacudieron la ciudad a partir de las 9:30 de la mañana. Los incendios que se produjeron y el maremoto que asoló las costas acabaron con la vida de 40.000 de sus 270.000 habitantes que poblaban la ciudad. El terremoto acarreó notables reestructuraciones arquitectónicas y urbanísticas, entre ellas la creación del barrio de La Baixa.