La pertenencia de Huelva al Arzobispado de Sevilla marcó su arquitectura barroca, que se vio enriquecida con las reparaciones y obras acometidas tras el terremoto de Lisboa en 1.755, y en la que destacan las torres coronadas por chapiteles de azulejos. Los principales artífices fueron el Maestro Mayor del Arzobispado Pedro de Silva y el alarife local F. Díaz Pinto.
Los orígenes de la comarca de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche hay que buscarlos en el Paleólitico, como muestran los restos arqueológicos encontrados en la zona, y, más concretamente, en la localidad de Jabugo. Hacia el siglo V antes de Cristo el pueblo de los Celtici se instala en estas tierras de gran riqueza minera, que los romanos, a partir del siglo I antes de Cristo, dominarán. La etapa más brillante de esta comarca viene marcada por la dominación musulmana, de la que proceden maravillas arquitectónicas como la mezquita de Almonaster. Con la crisis del estado almohade y la rebelión del rey de la taifa de Niebla, Ibn Mahfot, sobreviene la ocupación de la comarca por parte del rey portugués Sancho II. Se suceden los problemas dinásticos y territoriales con los portugueses. De esta época datan las fortalezas, mandadas construir por Sancho IV en lugares estratégicos de la comarca para protegerse de los ataques, y es en este periodo cuando se desarrolla la repoblación de la zona por gallegos y leoneses. A partir de entonces la comarca empieza un fuerte desarrollo, que tendrá su máximo esplendor en el siglo XVIII, con un importante crecimiento demográfico y la aparición de nuevas colonizaciones. El paso por estas tierras ha quedado plasmado en su singular arquitectura de casas encaladas y de tejados rojizos, y de calles con tendencia vertical y pavimentos de piedra. La casa típica de los pueblos de la sierra tiene una altura máxima de dos pisos, es sencilla y funcional, suele estar construida en piedra sin labrar,y posee una estructura inconfundible que viene definida por rasgos originales como los recercados de vanos, galerías porticadas, zócalos, balcones repletos de flores, doblados o altillos. Pero lo más característico de esta arquitectura serrana son los aleros volados, que están formados por tejas curvas que cubren superficies de altura y dimensiones diferentes, y acaban bajando de los tejados para ocupar, en horizontal, los muros medianeros o rematar zonas delanteras semicerradas.