La historia de este pequeño país ha estado plagada de invasiones, ocupaciones y sitios. Y todo ello no porque poseyese una riqueza particular, sino porque la terquedad de sus gentes y su defensa permanente la hacían cada vez más deseable a unos y otros. El ducado de Luxemburgo ha estado encerrado bajo fortificaciones desde que Sigfrido (descendiente de Carlomagno) construyese el primer castillo en estas tierras hasta mediados del siglo XIX, cuando por fin consiguió su independencia. Tantos años de aislamiento e intromisiones extranjeras no han conseguido dejar fuera del desarrollo a esta pequeña ciudad convertida hoy en residencia de banqueros y burócratas, que desde este pequeño imperio desean controlar el mundo de las finanzas.