Ordino fue durante mucho tiempo un lugar dedicado al pastoreo, lo que provocó, en cierta medida la dispersión de sus bordes, o casas típicas andorranas, el gérmen de futuras aldeas.
Fue a principios del siglo XVIII, cuando el Comú de Ordino comenzó a explotar los recursos mineros de sus montañas, ricas en mineral de hierro, exportado de Francia desde la Alta Edad Media. Así comenzó a desarrollar una importante industria de fundición, que al ser la fuente por la que se forjaron grandes fortunas, convirtió a Ordino en una villa señorial.