Provincia de cultura sí, pero desnuda casi de ornamentos artísticos. La mayor belleza de Soria reside en su entorno natural y en su carácter apacible que se muestra en la pervivencia de unos ritmos cotidianos y de unas relaciones sociales que en otros lugares quedaron caducos hace mucho tiempo. Aún así, no podemos confirmar que estas tierras se hallen exentas de monumentos: el Burgo de Osma posee una hermosa catedral gótica erigida sobre un templo románico; la iglesia de San Miguel en Almazán es una verdadera joya del románico castellanoleonés; y de gran belleza es también la Colegiata de Santa María del Mercado en Berlanga del Duero.
Pruebas de que ésta fue una tierra de nobles señores guerreros, que defendían sus lindes desde grandiosas fortalezas, las tenemos en Almenar, Berlanga, Caracena, Gormaz y Osma. Y las señales de la existencia de civilaciones ancestrales en el marco soriano las encontramos en el Museo Numantino, donde está representada la arqueología de los yacimientos de Tiermes, Uxama y Numancia.
Las costumbres de las gentes de esta tierra fría, árida y pobre, y su carácter adusto y esforzado, no debieron asustar a otras gentes cargadas de sensibilidad artística. En Soria tuvieron su residencia grandes autores de prosa y poesía como Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado y Gerardo Diego. El primero de ellos conoció aquí a su futura mujer, Casta Esteban, y para crear algunas de sus leyendas se basó en las tradiciones orales de esta provincia. Antonio Machado, el cantor por excelencia de Soria, le marcó su paisaje de por vida y le inspiró en sus más bellos poemas. Y en las aguas del Duero, río que baña estas tierras, encontró Gerardo Diego "palabras de amor, palabras".