La cultura palmera es producto del mestizaje, de las distintas influencias recibidas por quienes acudieron a la isla a comerciar, a fabricar vino, a trabajar en los ingenios azucareros... En el siglo XVI muchas de las gentes que llegaron con la intención de establecerse realizando estos menesteres eran flamencos que trajeron con ellos tallas, cuadros y retablos que se guardan en las iglesias y los museos palmeros.
Mucho tiempo atrás, los aborígenes de la isla, los benahoritas modelaban sus objetos en barro, sin torno y decorándolos raspándolos con una piedra. Se cree que otro vestigio de esta cultura ha quedado en el pueblo palmero: el sirinoque. Esta es una pieza musical que se llevó a la península a través de los esclavos canarios y que consiste en un baile de pique entre un hombre y una mujer. Comienza con un zapateado: tres compases avanzando y otros tres retrocediendo. Después se cantan las "relaciones" o coplas cuyo contenido suele hacer referencia al sexo en un tono picaresco.
En la isla son muy populares todas las piezas del folklore canario (isas, folías, polcas...) pero además se interpretan algunas canciones típicamente palmeras como los "aires de Lima", el "Cho Juan Perenal" o "danza del trigo". El punto cubano es un género que se ha cultivado hasta nuestros días y que consiste en improvisar estrofas de diez versos en las que los cantantes se lanzan pullas.
Los deportes autóctonos (la lucha, sobre todo) tienen gran aceptación entre los habitantes de La Palma. También han sido tradicionales las peleas de gallos.
HISTORIA
Los primeros pobladores de la isla, los auaritas, la llamaron Benaohare y la dividieron en 12 señoríos.
En 1492 llegaron los españoles capitaneados por Alonso Fernández de Lugo para conquistarla. Lo lograron en un año. El reino de Aceró (la caldera de Taburiente) fue el último en ser sometido. Tanausú, su rey, fue traicionado y capturado.
A la isla acudieron pobladores de la península y también italianos y flamencos, que pondrían en marcha distintas industrias para obtener azúcar, vino (el famoso vino de Malvasía), miel... y barcos. Alrededor del puerto de Santa Cruz de La Palma se desarrolló una gran actividad y se pusieron en funcionamiento astilleros para construir veleros que cruzarían el Atlántico. Atraídos por este incipiente desarrollo económico, la isla fue presa de piratas y corsarios. En la capital isleña se instaló el primer juzgado de Indias.